ETAPA E: CORCUBIÓN - FISTERRA

Si uno aprende a conocerse, a conocer su ritmo, a saber llevar a su lado las personas que uno desea, y ha caminado correctamente, los finales siempre acaban siendo sencillos y felices. En este caso, si alguien ha tenido la suerte de dormir en Corcubión, la etapa se le presenta de una sencillez aplastante, de un paseo triunfal, de una llegada a Fisterra al estilo de los grandes ciclistas a la capital francesa.

Albergue de Corcubión. 

La primera horita consiste en un paseo con una leve subida hasta la población de Sardiñeiro. Las vistas, si hace buen día, consiste en moverse por un bosque leve, y a la llegada a Sardiñeiro uno acaba volviendo a recuperar las vistas del mar. 

Al fondo, Sardiñeiro

Mis compañeros sabios recomiendan pasar por la Panadería Suarez, dentro de la población. Las empanadas de allí son espectaculares, y te sirven para desayunar ampliamente. Sin embargo, en mi caso, no quedaba nada de nada, o sea que me quedé sin probarlas. Si alguien las ha probado, que mencione su calidad en los comentarios de abajo, por favor.

Esa empanada galega...mmmmmm...

El camino continua. Una horita y media hasta Fisterra, queda. Pero mucho antes ya nos encontramos con las primeras vistas del mar, y de Fisterra. Después de estar un ratito por un bosque agradable, subiendo levemente a un promontorio, el mar vuelve a aparecer. Debajo, la playa de Langosteira. Al fondo, Fisterra.

Llegando a la playa de la Langosteira

Recorrer la playa de la Langosteira se convierte en un último trámite suave y agradable. Como pueden mostrar las imágenes, en mi caso la lluvia y el frío frenaba más oportunidades de disfrute, pero imagino que en verano debe ser sumamente difícil evitar la tentación de tenderse en la playa, tomar el sol, jugar con los peregrinos compañeros... Nosotros no teníamos esas opciones, pero debe ser maravilloso vivirlo así.

Caminando por la Langosteira

Cuidado con intentar ir hasta Fisterra desde la playa. Hay una bajada de ria, o de agua, o yo que sé, que en momentos determinados hace imposible pasar de un lado a otro sin mojarse botas y pantalones. Quizás en verano sea agradable meterse en el agua, y que el pequeño riachuelo te llegue hasta la rodilla. En invierno daba mucha pereza quitarse botas, calcetines, chubasquero, pantalones largos...o sea que tuvimos que hacer unos metros hacia atrás para coger el puente de madera que te vuelve a unir con las calles. y la carretera.

Tuvimos que ir hacia atrás para recuperar el camino, y salir de la playa por este puentecito

Justo ese puentecito de madera te lleva a parar delante de una maravillosa casita azul. Estamos en las afueras de Fisterra, y esa casa pertenece al Bar O trebon. Las raciones de tienen cierta fama. 

Barecito delante de la playa. Ideal para un último descanso o cervecita.

Acabada la playa de la Langosteira -que dura unos 3 kilómetros- uno llega ya a la población en sí. Es al llegar al cruceiro cuando se puede decir que estamos ya en Fisterra. Son pocos ya los metros que nos quedan hasta el albergue, que se encuentra céntrico, justo al lado del puerto. Llamativo, de color azul claro, el albergue de la Xunta está regentado por Begoña, que te podrá hacer la Fisterrana. Hay muchos otros albergues privados también, pero la calidez de Begoña suele ser encomiable. 

Cruz de Baixar

Albergue de la Xunta. Algo apretaditas, las camas, y en invierno un poco frío.  Se compensa con la cálida acogida.

Sin embargo, el peregrino aún no ha llegado al cabo. Se recomienda descargar todo en el albergue, si ya está abierto. También se puede comer en varios sitios. El puerto está repleto de sitios muy agradables y suculentos. Después, la tarde es el momento que muchos suelen escoger para hacer el paseo de 3 kilómetros hasta Fisterra, y los 3 km de vuelta. Habrá que negociar con Begoña en verano si uno quiere ver la puesta de sol en verano, ya que la vuelta puede acabar haciéndose muy tarde. Y si no, siempre puede estar la posibilidad de los albergues privados, que te dan libertad total.

Tímido arcoiris en la salida de mi búsqueda del Cabo Fisterra.

Una vez llegado al cabo, la tradición invita a varias cosas. Despedirse del sol, hacerse una foto con la estatua de la bota metálica que hay en la puntita, o en la foto con el último pilón del camino, o quemar las botas. Parece que esa tradición que se está llevando a cabo exageradamente en los últimos tiempos, se intenta prohibir, o regular. Yo no lo hice, pero comprendo que tanta bota con suela de goma ardiendo, debe ser un espectáculo no especialmente atractivo. 

Último mojón. Non plus ultra Imposible ir más allá. Fin del mundo. 

Si uno va a ver la puesta de sol en Finisterre, es de lógica que piense que a la vuelta...ya no habrá luz del sol. Es obvio, por lo tanto, que la linterna es necesaria para la vuelta, o uno va a tener más problemas de los necesarios. 

La cena, que en mi caso era la cena de fin de año, fue...impresionante. La bondad de Begoña, que organizó una espectacular cena para todos los peregrinos que dormíamos allí esa nochebuena. Espectacular la cena, y espectacular la fiesta, que quedará en todos los corazoncitos de los peregrinos que asistimos, atónitos, a una de esas típicas fiestas que surgen solas, sin organizarse, con pocos medios, mucho amor, muchas risas y mucha diversión. Imposible de olvidar, como muchas de las cosas vividas en el camino de Santiago. Y es que el camino te eleva la vida a la enésima potencia, para animarte a que tú, a la vuelta de tu camino a la vida real y rutinaria, potencies cada minuto de esa vida.

Comienza la cena. Cada cual sentadito, esperando los manjares

La única manera de hacer sonar las campanadas era...con bongos.

Celebraciones de nuevo año.